¡Qué difícil es mantener la disciplina y la constancia
para el entrenamiento! Cada día hay que encontrar la motivación para calzarse
las zapatillas y realizar la sesión correspondiente para cumplir con el
programa previsto, haga frío o calor, sea por la mañana, por la tarde o por la
noche, hayas tenido un buen o un mal día.
Sí, a mí también me pasa, y a menudo tengo que
convencerme a mí mismo para salir a entrenar. Me motivo con alguna música
especial, me pongo la ropa para entrenar 1 hora antes de salir para ir concienciándome
y algunas otras tretas que impidan que me lo salte.
A veces sales a entrenar con inapetencia, sobrecarga,
estrés u otros “factores negativos” en tu cuerpo o mente pero según avanza el
entrenamiento te hace pensar en ese momento, en ese camino o en ese lugar por
el que vas, en cómo van respondiendo tus piernas, en si el ritmo que llevas es
el adecuado, y consigues liberarte de esos factores sin darte cuenta. Te
centras en el propio entrenamiento y además de cumplir con el programa vas
haciendo terapia.
Hay algo que procuro cumplir cuando tengo uno de esos
días en los que las piernas no te van o tu cuerpo está cansado o con malas
sensaciones: procuro a toda costa cumplir con el plan previsto. Quizá baje el
ritmo de carrera o busque un recorrido más favorable o con mejores vistas, lo
que sea menos parar y/o no completar con lo que estaba previsto, aunque cueste.
¿Por qué lo hago? Simplemente porque llegar a casa después de ese mal día de
entrenamiento y pensar que lo he completado me produce un gran placer, aumenta
mi autoestima y además me sirve como motivación para el día siguiente.
Hay que buscar la motivación donde sea, incluso en los
malos momentos, porque es un factor fundamental para el entrenamiento.
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