martes, 28 de octubre de 2014

1/2 Maratón de Valencia (por Manuel Díaz)

En la primavera de 2014 decidí apuntarme a la Media Maratón que cada mes de octubre se celebra en Valencia, en lo que sería mi segunda participación en la misma. Entré entonces en la web de la organización de la carrera y me descargué el plan de entrenamiento que debía seguir para intentar llegar a la meta en menos de 1h y 45mins. Evidentemente no puedo seguir los entrenos de mi hermano. Él está en otro nivel y yo, conocedor de mis limitaciones, intenté ceñirme lo máximo posible a lo establecido en ese plan.

Empezaron los entrenos y todo fue según lo previsto. Yo me fui encontrando cada día mejor. Las sensaciones eran muy buenas y conforme nos íbamos acercando a la fecha de la carrera, mejor me iba viendo, atendiendo al plan previsto y escuchando los consejos de mi hermano.

Entramos en la semana previa al evento y en mi preparación sentía que había cumplido el objetivo que me había marcado. Había llegado a hacer rodajes extensivos de 18kms muy cerca del tiempo de carrera. Estaba muy contento. Además, tenía la espinita clavada del tiempo robado a la familia y a los amigos por los cuatro entrenos semanales, pero he de decir que en mi mujer he encontrado siempre apoyo y palabras de ánimo y aliento, lo que sin duda me ha ayudado.

El día anterior a la carrera, el sábado, preparamos todo lo necesario para viajar a Valencia, donde llegamos a primera hora de la tarde. Una vez establecidos en el hotel correspondiente, nos acercamos hasta la Feria del Corredor para recoger la camiseta, la bolsa y el dorsal con el chip. Los nervios estaban ya a flor de piel. Quedaba cenar bien y descansar aún mejor.


El día de la carrera nos levantamos temprano y con muchas ganas. Ansiosos por llegar a la línea de salida­­, despedirnos, desearnos lo mejor y emplazarnos a la llegada. Pero cuál fue mi sorpresa que mi hermano me dice que va a correr conmigo, que las últimas semanas no ha podido entrenar como quería por culpa de un proceso catarral y que ha decidido que va a estar conmigo, despreciando el intento de superar su marca. Aquello hizo que se me pusieran los pelos de punta. Mi único pensamiento fue: “ahora sé que todo va a salir bien”.

Y así fue. Comenzó la carrera y allá nos lanzamos. Juntos. Él iba marcando el ritmo. Incluso se acercaba a los avituallamientos para que yo no perdiera metros o tiempo y venía hasta mí con la bebida. Unos metros más allá del kilómetro 10 nos estaba esperando nuestro incansable club de fans, que nos inyectaron la gasolina suficiente para poder continuar con ánimo nuestros pasos por la calles de Valencia.

Sobre el kilómetro 14-15 las piernas empezaron a dar los primeros síntomas de fatiga, pero ahí estaba mi hermano con la cuerda imaginaria tirando de mí, no permitiendo hacer concesiones al cansancio mental. Esto me permitía disfrutar de la carrera y ver calles y lugares que en la pasada edición no pude ver, pues el cansancio no me lo permitió. Y así seguimos devorando kilómetros.
 
Nada más pasar el kilómetro 20 de nuevo estaba allí nuestro club de fans, y pude sacar fuerzas (no sé de dónde) para gritar a viva voz “os quiero” mientras señalaba a mi mujer con mi dedo índice. Y no solo eso, mi hija y dos de mis sobrinas nos acompañaron en los últimos metros hasta la línea de llegada, lo que casi consiguió que se me saltaran las lágrimas.

Al cruzar la meta nos fundimos en un abrazo y, por supuesto, a mi hermano también le grité lo mismo: “A ti también te quiero, hermano”.