Vaya por
delante que si algo he aprendido en todos estos años es a cuidar mis pies (y
piernas) porque no solo son importantes para hacer deporte.
Dicho
esto, resulta que tenemos la “mala suerte” de tener características diferentes
en cuanto a morfología, peso, tipo de pisada, forma de correr y entrenar, y un
largo etcétera, sin pasar por alto la incidencia de todo lo anterior en las
diversas pruebas deportivas en las que participamos, ya sean pruebas urbanas,
off-road, mixtas, combinadas…
Pues si ya
nos cuesta adaptarnos a las diferentes disciplinas, ahora viene el problema de
elegir el calzado adecuado para ello y, como no, todos queremos lo mejor. Así
que establecemos un presupuesto X y empezamos a buscar lo mejor dentro de ese
presupuesto (por cierto, siempre insuficiente). Pues resulta que, dentro de las
mismas características, encontramos zapatillas similares de más de 10 marcas
diferentes con una extensa gama de colores y cierta variedad en precios. Y como
afinamos tanto, empezamos a aprender y tener en cuenta algunos conceptos como:
amortiguación, dureza, peso, sujeción, traspiración, estabilidad, drop,
refuerzos y muchos otros que nos vuelven locos. Una vez que vamos reduciendo el
número de modelos que cumplen con todo las condiciones que hemos establecido, el
siguiente paso es buscar en internet los cientos de test publicados sobre esos
modelos en cuestión y resulta que, en el 95% de los casos, son muy buenos o
ideales.
En todo lo
anterior puedo haber gastado más de 15 ó 20 días entre la búsqueda de la
información, la lectura, la comparación, las conclusiones y, lo peor de todo,
las dudas que aún me quedan porque la práctica es lo que impera sobre la teoría
en este tema.