No
aguanto estar varios días sin hacer deporte. Y lo que es peor, creo que tampoco
me aguantan los que tengo cerca. Y es que esa terapia deportiva, ese
entrenamiento, es el combustible de mi motor y, si no me muevo, se va vaciando
el depósito. En ese depósito hay ganas, voluntad, paciencia, ilusión,
motivación y muchos otros ingredientes para trabajar, entrenar, ejercer las
labores paternales, las familiares, y sin combustible la máquina no va igual de
fina. ¡A mí me ocurre!
Circunstancias
laborales, sociales o de cualquier otra índole pueden alterar o modificar tu
planificación y obligarte a estar varios días sin poder entrenar que, por
supuesto, terminas recuperando sin problema. Pero, ¿qué pasa con las lesiones?
Dichosas lesiones. Una agenda laboral intensa, un viaje, un imprevisto social, todo
eso es algo con lo que hay que contar y que no afecta
demasiado, pero las lesiones vienen de repente, no se cuenta con ellas,
generalmente no avisan y no se sabe cuanto tiempo van a quedarse.
Las
lesiones son algo inherente a la práctica del deporte y hay que convivir con
ellas de la mejor manera posible. Es en esos precisos momentos cuando hay que
hacer uso de otras armas, como la paciencia o la actitud positiva. Lesión,
diagnóstico y tratamiento para la recuperación. Y ese es el punto de partida, el
día cero para la nueva planificación y ante eso no puedes ni debes luchar,
simplemente adaptarte, enfocar tu mente, tu esfuerzo y tu energía a partir de
ese instante en volver a estar bien.
Hay
recuperaciones de un día, una semana, un mes o incluso de más tiempo, pero
siempre hay que tener actitud positiva y centrarse en que el proceso sea lo
mejor posible para retomar los retos pendientes, las próximas llegadas a meta.