Sábado
7:45: me levanto con mariposas en la tripa y cansado de dar vueltas en la cama,
y es que llega la prueba por la que he estado entrenando tanto: el Tri-Cross
Las Encinas.
Hace
ya tiempo que tenía en mente hacer un triatlón y con mucha ilusión me inscribí
en éste. Además se unieron otras razones como la cercanía a casa, lo asequible
de las distancias y el relativo conocimiento del club donde se desarrolló la
prueba.
Hace
una mañana preciosa de sol y calor. Llego con tiempo de sobra, recojo el dorsal
y me acerco a la zona de boxes para echar un primer vistazo al lago y al
circuito. Es inevitable fijarse en los que hay alrededor: vaya bicis, vaya
monos y vaya cuerpos. Tengo la sensación de estar en una prueba de mucho nivel.
Tras
dejar todo el material en el box y un pequeño calentamiento me voy acercando a
la zona de salida del lago. Hay 4 salidas con 2 minutos entre cada una. Salgo
el la última, que es la de los debutantes.
SWIM:
Me coloco en primera línea de la plataforma pero un poco lateral para no
meterme en la vorágine del centro. Bocinazo de salida, salto al agua y cuando
salgo….¡no puedo nadar! No sé qué me ocurre pero ni brazos ni piernas me
funcionan, soy un bloque, una sola pieza sin articulaciones que trata de
moverse de la mejor manera para ir avanzando. No entiendo nada. Los que salen
detrás de mí siguen avanzando, algunos a costa mía, y yo que no avanzo y sigo
sin poder nadar. Trago agua y empiezan a pasarme por la cabeza algunos malos
pensamientos (sigo, no sigo, qué hago aquí, me vuelvo, grito, venga, son solo 700 metros , estoy
preparado de sobra, tú sabes, ve poco a poco). Me noto el pulso altísimo y veo
que ya soy uno de los últimos. Soy consciente de que la situación no es buena
pero tengo que tomar una decisión porque la carrera está en marcha y decido
seguir, cueste lo que cueste. Sin enterarme he avanzado ya unos 100 metros y me pongo
manos a la obra hacia la primera boya. Consigo nadar algunos tramos ya mejor y
poco a poco voy avanzando hasta que sin darme apenas cuenta llego a la parte
final. Salgo del agua exhausto pero me reciben los ánimos de mi hermano y mis
sobrinos que me empujan hacia boxes.
La
transición la hago lenta para ir recuperando el resuello, me pongo mis cosas y
salgo en bici para la segunda parte.
MTB:
El recorrido de unos 14
kilómetros no demasiado técnico. Las pistas están muy
secas, con mucho polvo y algunos tramos con arena y grava. Cada vez me voy
encontrando mejor y más suelto de piernas, lo que aprovecho para ir recuperando
algunos de los puestos que perdí en el agua. Hay algún tramo peligroso pero
bien señalizado. Eso sí, para la próxima hay que avisar al pastor para que no
haya sustos con las ovejas que pastan por allí. Y así llego de nuevo a boxes.
Esta
transición ya es más normal, cambio de zapatillas, fuera casco, un trago de
isotónico y a correr.
RUN:
Son 2 vueltas a un circuito fácil, que comienza con ligera subida de asfalto.
La dificultad está en el calor que empieza a apretar bastante. Por lo demás
nada que reseñar salvo la sorpresa de mis sobrinos esperándome para entrar
juntos en meta. Debe ser que notaron que iba desencajado.
Y
aquí acaba la historia de mi primer triatlón, con un sabor agridulce por el mal
trago en el agua (nunca mejor dicho) pero la satisfacción de haber llegado a
meta y convertirme en un FINISHER.