Han pasado más de
2 años y aún me emociona leer el texto de la entrada del último reto. Ese trail
por los Picos de Europa dejó hondas huellas en mí, y no solo físicas. Cada
zancada que se avanza en ese medio natural es una lección aprendida de emoción,
esfuerzo, solidaridad, compañerismo y pasión. Lección que deja poso para poder
ser aplicada según se avanza por ese otro “trail” que afrontamos cada día.
El deporte ha
sido, es y será uno de los pilares fundamentales que apuntalan y refuerzan cada
una de las decisiones que tomo (incluso cuando yerro), una terapia reflexiva
que hace que pase mucho tiempo conmigo mismo. A menudo me ocurría que, tras un
entreno de tirada larga, volvía a casa habiendo tomado decisiones sobre temas
domésticos o sobre otros asuntos pendientes. Cuántas veces habré escuchado al
llegar a casa: “¿Qué has pensado hoy?”.
Ahora estoy en
proceso de engancharme al deporte otra vez, haciendo un poco de muchas cosas y
un mucho de nada y sin un objetivo concreto que no sea la salud (física y
mental) y el bienestar propio. Siempre entrené con una meta a la vista y ahora
me resulta complicado no buscar algún reto y quizá esa ha sido una de las
razones por las que me costaba tanto volver a adquirir el hábito del
entrenamiento semanal. Pero, ¿y si el camino para alcanzar el fin fuera el propio
objetivo, sin necesidad de ir más allá? ¿Y si, simplemente, volver a practicar regularmente
varias sesiones deportivas semanales se convirtiera en el objetivo? ¿Y si lo
tengo delante de mis narices y no soy capaz de verlo? ¿Y si la lección que
tengo que aprender es sobre adaptación?
Pues para buscar
las respuestas a todas las preguntas voy a seguir recorriendo mi propio camino
y voy a seguir reflexionando para así poder seguir llegando a meta.